jueves, 15 de marzo de 2018

Te cielo.

Han pasado un par de horas desde que dejaste tu voz en forma de eco en mi cabeza pero aún puedo ver tu estela. El cielo siempre me parecerá más bonito en tus manos porque me siento ave que sabe dónde anidar. Veo el cambio de estación desde tu ventana y me replanteo la fugacidad del tiempo, la extraña forma de pararme el espacio-tiempo que posees.

Contigo no hacen falta los pleonasmos. Te has abierto en canal a mí para que entre y ahora no encuentro las ganas de salir. Bebo de ti, sin embargo, me sacias incluso antes de que yo sepa que tengo sed. Mi oasis. Mi paraíso terrenal.

El deshielo tiene que ver con el calor que me infunden tus ojos mientras yo sólo deseo que tu cuerpo sea de cera para fundirme en él. Te prometo que las llamas de mi infierno personal no te alcanzarán, el incendio no llegará a ti. Eres mi vía de escape aún cuando no busco salida, pero atraviesas mis muros y me salvas.

Consigo levitar cuando tus brazos me abarcan y me sabe a certeza, a afirmación. Sé que mi sitio en el mundo está junto a ti.
Y aunque no soy de muchas palabras te regalo todas mis letras.

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